lunes, 30 de marzo de 2020

la glicina

No quisiera irme todavía, ¿a quién solicitaré la prórroga?
En algún momento deberé hacerlo, pero anhelo un tiempo más.
Es que hay una glicina que acabo de plantar y quiero verla florecer.
Sus racimos lilas perfumados, su sombra en el verano del patio.
¿Qué ambición escribiré en el papel para ser aceptado?
Algún padre necesitará besar a su hijo, algún hijo deseará abrazar a una madre
¡y yo con mi glicina!
Pero insistiré con el pedido, tengo todo en regla y lo merezco.
Mi problema sigue siendo el de siglos: ¿quién firmará la prórroga?


Jandri

miércoles, 25 de marzo de 2020

covid19 memento mori


Me pregunto qué tan sociales deberemos ser para no desaparecer,
para no convertirnos en bestias o en dioses.



A media mañana le propuse hacer una videollamada a Jandri. Aunque vivo muy cerca, no quise ir a su casa cumpliendo con la cuarentena que mantengo desde hace más de una semana, pero hacía tiempo que no sabía nada de él. Al principio noté poco entusiasmo de su parte, pero finalmente accedió. Al ver su rostro lloroso en mi pantalla comprendí la razón: sé que es reticente a mostrarse vulnerable y me confesó que necesitaba hablar aún en su angustia. Así me confió vivir una inesperada sensación similar a la que experimentó la mañana del 2 de abril de 1982 con sus casi 19 años, cuando vivía en Quisquizacate. Aquel día, como cada mañana, se despertó temprano para asistir a sus clases en el Centro de Estudios Claretianos, no con la música habitual, sino con los gritos exaltados de sus compatriotas -mezcla de histeria y revancha- "¡Las Malvinas son argentinas! ¡Tomamos las Malvinas y son nuestras!". Lo primero que pensó fue que los ingleses nos iban a hacer mierda, literal. Era de público conocimiento el poderío militar de los países desarrollados y aunque la distancia geográfica jugaba a nuestro favor, le resultaba difícil, más bien imposible, que aquello subsistiera más allá de lo que dura un fugaz éxito. Me relató que en los días sucesivos le llegaron cartas de sus amigos marplatenses (recuerde el lector que aún no había internet) manifestando ese difundido sentimiento de chabacana alegría revanchista. Siempre recibía noticias de sus afectos lejanos, pero particularmente ese mes, el de su cumpleaños. De todas las cartas recuerda vivamente la que le escribió Gabriela, su amiga de la adolescencia. Me aclara que olvidó el contenido del mensaje pero no los dibujos diseminados en todos los márgenes del papel, guirnaldas festivas que aludían a la recuperación de aquel austral territorio solo conocido por nosotros gracias a la fe en los manuales de historia y geografía. Del mismo modo veía cómo se exaltaba ese extraño clima pseudonacionalista en los programas televisivos y radiales, para él destinado al fracaso desde el origen. Estaba claro que no lo podía decir tan abiertamente ya que iba en contra del sentimiento nacional y de haberlo hecho hubiese agregado un argumento más al natural señalamiento que aquella sociedad ya hacía de los diferentes. Jandri me contó más cosas que no revelaré, pero lo que más destacó en esa charla fue la diferencia abismal entre sus ideas -tan obvias para él- y las de la gran masa social a la que había sido arrojado; esa particular circunstancia era otra confirmación que la existencia le regalaba para hacerle ver que esos desacuerdos serían casi una constante en su vida.
Hoy no lloraba por aquella guerra, sino por una nueva: el mundo había anunciado desde hacía unos pocos meses la expansión de una pandemia: el coronavirus o covid19. Cuando las noticias venían de China no parecían ser tan graves para nosotros, China siempre estuvo lejos. Pero desde que la enfermedad comenzó a infectar a los cercanos también la Argentina se puso en cuarentena. Políticos y periodistas se refieren a este flagelo como una guerra contra un enemigo invisible, pero ¿cuál es el verdadero sentimiento social?, me interpeló retóricamente Jandri. "La gente parece estar preocupada, pero no tanto", me dijo con resignación. El aislamiento obligatorio impuesto por el Gobierno Nacional no es respetado por muchos: hay miles de casos documentados, basta con entrar a twitter. Mi interlocutor se detuvo, hizo silencio, me miró impotente y yo leí su rostro: sé que presentía otra vez fatal destino. Nuevamente se afirma fluctuante, alejado de la masa, no por el confinamiento en su protectora casa, sino en la determinación de sus actos consecuentes con sus ideas. Se yergue alejado de la cantidad de esos vecinos que ve pasar desde su terraza solo para pasear a sus perros o para comprar una birrita, o de la interminable fila de autos que escucha pasar constante por la calle. No acepta esa des-solidaridad de un país al que los medios le hicieron creer que es solidario. Jandri está a favor de la eutanasia, de modo que no le importa si esas personas se mueren por su vulgar inercia, al fin de cuentas es su decisión. Lo que no acepta -y su vehemencia es magnífica- es que la anomia de los negligentes pone en riesgo a muchos, evidencia del desprecio absoluto por la vida del otro.
-"Hablar con vos me hizo bien, gracias por llamar" -concluye Jandri mejorado. "Te convidaría con un mate" me dice jugando distendido mientras extiende el brebaje hacia la cámara y los dos nos reímos.

Después de despedirnos con afectuosas palabras entré a ver algunas noticias. En irónica simultaneidad los miles de infectados y de muertos por la pandemia se multiplican junto al incesante pasar de personas por las calles, aún sabiendo que el aislamiento es, por ahora, la única vacuna contra este virus. No dejo de pensar en mis seres queridos, mi familia, mis amigos y como Jandri, me encuentro en atento e impotente asombro arrojado a la perpetua inestabilidad del mar.

Alejandro Zoratti Calvi

domingo, 26 de agosto de 2018

verde y celeste, los extremos de un mismo océano

La teoría del color sostiene que el azul y el verde son colores adyacentes, es decir, cercanos en el círculo cromático, pero por estos días no hemos visto dos matices más antagónicos que esos en la sociedad argentina. El verde, color relajante asociado simbólicamente a la tranquilidad, la naturaleza, la ecología, la fertilidad, la salud, ha pasado a llamarse en las tiendas de "verde Benetton" a "verde aborto". El celeste -azul con blanco- se lo suele relacionar con la espiritualidad, la paz, la pureza, la inmensidad del cielo y los mares, y para nosotros, también con los símbolos patrios, de modo tal que tiene un sentido de nacionalidad, de unidad y de lealtad.
El verde acusa al celeste por su dogmatismo religioso, su necedad e inmadurez para enfrentar el futuro y negarse a formar parte del grupo de los países desarrollados al seguir sosteniendo convicciones propias de la Edad Media, de ser la rancia derecha. El celeste, por su parte, denuncia al verde por ocultar en su reclamo intereses de organizaciones internacionales que lucran con las prácticas abortistas, por asesino de niños y por genocida. Cada color culpa al otro declarando que no le interesa las mujeres pobres, quienes serían las que más padecen el flagelo de los abortos clandestinos, y todos se convierten en la voz de los que no tienen voz. En los debates entre ambas tonalidades hubo de todo: argumentos científicos. religioso/ideológicos y jurídicos, testimonios y estadísticas, amenazas y ofensas.

Axiología de las leyes
En lo cotidiano, en el "mundo concreto", hay actos humanos particulares y las leyes intentan ordenar de un modo teórico generalizable los límites de esos actos, son la piedra angular de una república, el imperio de la ley. Dado que intentan ser juicios generales (teoría, concepto universalizable) aplicables a casos específicos, relativos (lo empírico, lo práctico, lo particular), una buena ley respondería con equidad, si no a todos los casos, a la mayoría. A su vez, estas normas republicanas están cimentadas en otras teorías o ideas que les sirven de sustrato: el concepto de mundo que consideramos "el mejor para todos", es decir, esquemas de valores, de moralidad, de sentido de lo ético en los que se sustentan. Así, por ejemplo, en nuestra Constitución Nacional, en su Art. 15 dice: "En la Nación Argentina no hay esclavos (...)" Esta ley se basa en un principio que aspira a lo universal: el fundamento moral de que ninguna persona puede ser vendida o comprada como podría hacerse con un objeto cualquiera, con una idea o inclusive con otro ser vivo no humano como un perro o un manzano. Esta axiología de un mundo ideal no es igual para todas las personas de todas las geografías en todos los tiempos, y por eso las normas no son para siempre: siguiendo con el ejemplo, hubo una época en que tener esclavos en nuestro territorio no era ilegal. Hay leyes que, con el tiempo, van evidenciando el peso de su anacronismo y se modifican, o deberían hacerlo.

¿Cuál es el mundo ideal del verde y cuál el del celeste? ¿qué axiología se pone en discusión y hace temblar los cimientos de la estructura del mundo que vivimos? Nada menos que el concepto de persona, su voluntad y su derecho a la vida, la génesis de todo mundo posible. El punto neurálgico que se está tocando es el valor que le otorgamos a la vida humana: ¿el derecho a existir siempre estaría sobre todo otro derecho?

Vida y voluntad
Apoyados en este concepto de derecho a la vida, el celeste se rebela. Su mundo ideal sostiene al aborto como un acto inaceptable bajo cualquier circunstancia: la vida como absoluto. Por su parte el verde también sale a la calle porque dice que cada persona tiene derecho a decidir lo que quiera hacer con su cuerpo: su mundo ideal es la voluntad como absoluto.

El mundo civilizado acepta el derecho a la existencia humana como un principio universal, y así lo expresan sus leyes y tratados. Aquí lo universal nunca es el todo, sino más bien, un todo con excepciones. Así, esa universalidad se relativiza cuando se acepta poner fin a la existencia de un ser humano bajo determinadas circunstancias, como el homicidio en legítima defensa, la eutanasia o la pena de muerte. Existen condiciones particulares en algunos actos humanos en donde el derecho a quitar la vida estaría por encima del derecho a la existencia, tan por encima que la suprime. Los casos en que la legalidad permite matar personas parecen estar fundados en una jerarquía del derecho a la vida: hay personas que -en casos excepcionales- tienen un derecho superior a la existencia que otras, por lo tanto es preferible y hasta necesario matar. ¿Puede considerarse al aborto como otro caso excepcional de la supresión de la existencia? En la práctica, la ley argentina actual considera argumentos de este tipo cuando permite matar al feto si la vida del o la gestante está en peligro.

Potencia y acto
En el debate del proyecto de ley apareció un análisis para mí tan novedoso como incierto, y es la diferenciación entre el concepto de vida humana y ser persona. Quienes abonan esta teoría sostienen que la vida biológica de un ser humano no coincide necesariamente con el ser persona y, por lo tanto, sujeto de derechos. Se introduce así la categoría de seres humanos no personas, un apéndice extraño al cuerpo de la persona gestante que podría convertirse en persona ya sea porque un específico estadio biológico lo determina (el desarrollo del sistema nervioso) o porque el acto de pronunciamiento de quien ejerce el embarazo así lo quiere, dando origen en el mismo acto al ser madre ("este conjunto biológico de vida humana ahora es mi hijo"), una pura construcción de la voluntad. Algunos refieren en este contexto al argumento aristotélico de potencia y acto, y ciencia y religión vuelven a oponerse, aunque lo cierto es que tampoco hay acuerdo ni entre los propios científicos ni entre los mismos religiosos. No sé si será posible corroborar esta teoría de un modo empírico, (¿qué ser humano tiene conciencia de su instante primigenio?) y la verdad es que parece más bien un argumento de base jurídica que pretendería justificar a los abortos como prácticas donde se matarían vidas humanas carentes de derechos, con un fuerte olor a autoengaño, un modo de apaciguar la conciencia al convencerla de que, en definitiva, solo se estaría matando vidas humanas y no personas.

Absolutos y relativos
Si aceptamos una absoluta ilegalidad del aborto, asumimos que la vida está por encima de todo derecho y no hay excepciones. Si aceptamos su legalidad -al menos como se plantea en el proyecto de ley- asumimos que la voluntad de alguien -y no necesariamente como excepción- puede estar sobre el derecho a la vida humana que no es la propia. Lo cierto es que no hay absolutos ni en uno ni en otro sentido: en este debate se enfrentan las relatividades de la voluntad y de la vida. La vida no tiene absolutos. Hace pocos días escuché a una persona celeste afirmar en la televisión -ante la pregunta de una verde que la increpaba- que daría su vida si tuviese que elegir entre la de ella y la de su hijo por nacer; yo además le hubiese preguntado qué haría si en otra situación, también limite, viese a una persona a punto de matar a su hijo y tuviese que elegir entre la vida del niño y la del agresor. ¡Pero ya hemos dicho que hay casos en los que la voluntad puede estar por encima del derecho a la existencia! La encendida virulencia que provoca el caso del aborto es que el conflicto se centra en que esa voluntad acciona sobre la inocencia e indefensión del que perderá la vida. Además, si el principio teórico que se sigue es la voluntad absoluta, podrían considerarse en un futuro otras leyes donde las voluntades de unos tendrían derechos sobre la continuidad de la vida de otros, a sola firma de una declaración jurada en donde se manifieste que "padecen la existencia de alguien" como quien, en los casos de aborto, "padece la existencia de otra vida producto de un embarazo", en tanto la vida a matar carezca -al menos para el conocimiento actual- de conciencia o voluntad.

La calle
El debate no es tan simple y todo se mezcla. Los celestes, junto con sus pañuelos, sacan en andas las imágenes de vírgenes, los rosarios, las velas y los curas. Los verdes, por su parte, se tiñen de banderas de la roja izquierda y gritan: "¡muerte al macho! ¡abajo el patriarcado! ¡lenguaje inclusivo! ¡Macri gato!". Hemos visto de todo: cánticos, argumentos racionales y emocionales, pintadas, afiches, exabruptos, misas y chicanas. Se autodenominan la ola verde y la ola celeste pero en mi percepción las considero más bien los tsunamis: son violentos y arrasan con todo a su paso. En todo caso, tanto las olas como los tsunamis no se mueven por sí, sino que se hayan a merced de una potencia superior -ya sea el viento o un terremoto- que ejerce su poder sobre la masa acuosa y la convierte en movimiento.
El ámbito del Congreso no ha sido muy diferente, donde quedó en evidencia tanto la escasa formación de quienes nos representan, como su mutación de legisladores a fiscales de un juicio mediático formulando preguntas acusatorias a los expositores que invitaron para informar sobre el tema en cuestión. El exceso de fragor de la calle, del parlamento y de las redes sociales explican cómo se está buceando en la profundidad de nuestro ser, revelándose como respuestas emocionales frente a la amenaza con la que, cierta otredad, atenta contra la más íntima construcción que cada quien hace del mundo, pero la irracionalidad patotera o la argumentación ad hominen nunca serán premisas de validez, y más bien contribuirán a extremar posiciones que deberían encontrarse en algún conjunto intersección, al menos para quienes pensamos que la convivencia en las sociedades está fundada en el diálogo. Dialogar es exponer con claridad las ideas que se tiene sobre algo (lo que no elimina el énfasis discursivo que expresa convicciones), pero incluye la responsable capacidad de escuchar a quien piensa diferente, e incluso aceptar que alguno de los propios juicios puedan estar equivocados. La superación de estas oposiciones deberá ser una norma justa en la que seguramente algunos deberán ceder posiciones y quedarán disconformes y así la tensión dialéctica seguirá hasta alcanzar la mejor ley, la que será de cumplimiento de unos y otros.

Conclusión relativa
Mi conclusión a este conflicto tarda en llegar, pero seguro será más moderada que la de los que se visten de esos dos colores hoy extremos. Soy defensor de los derechos de las personas y ello me convierte en defensor del derecho a la vida de todos. Siendo agnóstico, no invalido los argumentos religiosos sólo por el hecho de ser religiosos; más bien considero sus ideas como cualquier otra ideología sostiene las suyas: la fe, las creencias y los ritos no son propiedades exclusivas de lo religioso. Me alejo de la turba extremista, siempre irracional, fanática, patermaternalista y confesa de dioses. El problema de la clandestinidad de los abortos, el sufrimiento, la falta de educación sexual y el maltrato a las mujeres deben terminar, como debe terminar toda violencia sobre cualquier persona y el Estado es un actor protagonista en la resolución de los padecimientos de los ciudadanos en la medida de su alcance. Sostengo el derecho a la vida como el primer derecho, pero vivir no es sólo respirar, comer, caminar. Hay actos humanos que transforman la vida en agonías internas en algún momento de la existencia, abandono y soledad, ¿quién soy yo para juzgar el interior de otro ser humano? ¿por qué impondría las posibles soluciones a las tristezas de mi vida como soluciones a los padecimientos y dolores de los demás, desconociendo por completo su abisal miseria? Por eso sostengo las excepciones. No estoy de acuerdo en que a simple voluntad alguien pueda ejercer el derecho a terminar una existencia humana como tampoco estoy de acuerdo en que una persona deba padecer un embarazo que le provoque a ella y tal vez a su entorno, una vida insoportable. La madurez de la que algún color alardea con la espuma de su oleaje y pretende del otro matiz al otro lado del océano, no está en ser snob porque el mundo desarrollado parece ser mayoritariamente abortista, sino en asumir que al aceptar leyes que legalicen el aborto estamos aceptando que hay situaciones en las que podemos matar personas: decirlo con todas las letras es de maduro, y lo contrario solo destiñe.

Alejandro Zoratti Calvi



domingo, 20 de mayo de 2018

una palabra de amor

Una palabra de amor, una verdadera palabra de amor me salvaría.
Entre tantos sonidos articulados espero esa palabra.
Tendría condiciones para esto: que saliera de tu boca y que entendieras su efecto,
y así, en desnuda claridad, la pronunciaras voluntariamente.

He sido creado con ausencia de abrazos (quien modeló esta arcilla sólo usó estecas),
de manera que si, además, me tocases, podría confundir un aleatorio roce con afecto;
a fuerza de quedar en ridículo aprendí a distinguir la diferencia,
pero me siguen engañando en ocasiones las vecindades de esa mezcla.

No será mi carencia una carga para vos si tu palabra halla el eco exacto.
Con la incertidumbre de no saber si ya has nacido, de ignorar sin deseo tu existencia,
pronuncio mi eterno silencio acongojado en unas precisas coordenadas.
Una palabra de amor, una verdadera palabra de amor también te salvaría.

Alejandro Zoratti Calvi

domingo, 15 de abril de 2018

Enquistamiento Estructural Autocomplaciente

Una de las características de muchos individuos de la especie humana en su fase adulta es la manifestación del EEA (Enquistamiento Estructural Autocomplaciente), una forma de detención del desarrollo de ciertas estructuras internas ligadas al reconocimiento del mundo exterior, posiblemente alentado por un deseo de mitigar las variaciones permanentes de un universo inasequible. Las respuestas obtenidas de los sujetos experimentales han demostrado un 93% de predictibilidad sobre las pruebas desarrolladas (Exp. 1a, 1b, 1c) y un 89% del total se mantuvo firme en los conceptos aprendidos particularmente durante el desarrollo infantil, aún frente a las evidencias empíricas que demostraban o bien lo contrario, o bien más de una respuesta posible sobre lo que los sujetos consideraban como únicas argumentaciones. La verosimilitud de sus ideas -a pesar de su falsedad- determinaba como verdadera la invariancia del mundo (no podían describir los cambios, o adaptaban la evidencia expuesta a un sistema de conceptos fraguados imposibles de demostrar).
Algo similar ocurre en la trascodificación perceptual del espacio tridimensional a la construcción de su bidimensionalidad. Los sujetos que aprendieron, por ejemplo, que la boca y la base de una copa de cristal son generalmente circulares, tienden a dibujarlas (vista por debajo de la línea de los ojos y apoyada sobre una mesa regular) con su boca y su base casi circulares, mostrando dificultades para verlos como elipses alargadas en el plano de una representación bidimensional. Algunos de esos sujetos sólo descubrían la variante perceptual cuando se los enfrentaba a una toma fotográfica sobre la que se dibujaban las elipses correspondientes.
La fase crítica del EEA, conocida con el nombre de fanatismo (y en su período de irreversibilidad, fanatismo psicopático), determina en los sujetos que la padecen la propensión a la sistematización de la manipulabilidad mediática, particularmente en los que están expuestos a las diversas variantes de los mass mediasocial media, transformando a esa masa humana en una espiral mitómana autocomplaciente. En general los riesgos de contagio están determinados por quienes sufren algún tipo de pater/maternalismo patético-dependiente en cualquiera de sus variantes (idolatría venerativa, insuficiencia emoticobsesiva, corporativismo relajante, etc.).
Aún no se han definidos tratamientos curativos permanentes y en general sólo se recurre a paliativos para sobrellevar la dolencia. Sujetos en etapas avanzadas de EEA que han sido sometidos con bajas dosis de Dialogol compuesto, Lecturatropina y Autorreflexona, han evidenciado síntomas de abstinencia a los pocos días del tratamiento y normalmente regresan a su fase crítica previa.
Por otra parte, para aquellos sujetos que deben convivir con quienes padecen EEA que se niegan a tratamientos progresivos, se recomienda tomar Garambol Garombol doble a demanda.

Alejandro Zoratti Calvi

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miércoles, 22 de noviembre de 2017

un baño de soledad

Jandri se detuvo un instante como en otras oportunidades. Venía acumulando demasiada mediocridad ajena y le urgió un alto porque ese barro se soporta un rato, no mucho. Tiene una profunda percepción de la miserable cultura en la que le tocó vivir y necesitaba liberar tensiones, es por eso que me ha llamado para que, entre mate y mate, charlemos.
Es sabido que soporta su hábitat con extrema paciencia y suele arrepentirse de no haberse ido, cuando joven, quién sabe a dónde, aunque late en su reflexión la idea de que tal vez aún esté a tiempo. Dado que trabaja en educación, es probable que el énfasis de lo percibido sea para él más intenso que para otros. Es un tipo que aguanta los gritos de la gente evitando gritar como ellos y tratando de ejercitar el inusual acto de hablar de a uno. De igual manera soporta la música fuerte de ajenos que creen que todos comparten el mismo gusto, el mismo horario o los mismos intereses. Resiste las inconsistencias de miles de argumentos prolongados y multiplicados en las redes sociales (esboza aquí una hipótesis basada en la idea de que esas personas acuden a un tipo de función comunicativa que se apoyaría más en lo emotivo que en el contenido de sus mensajes, buscando así encontrar pares compatibles para sentirse aceptados, lo que equivaldría a sentirse amados en un mundo virtual contrastado con el peso de vivir en uno real desamorado; yo, por mi parte, le recomendé que debería dejar de leer twitter o facebook, a lo que me respondió que lo hace cada vez menos). Pone a prueba su inteligencia y su control verbal frente a la falsedad de la posverdad y aguanta estoicamente las eternas obviedades y las redundancias, aunque también entiende que muchos las necesitan a diario para confirmar la estructura de la realidad que se han construido. Aguanta los jueguitos de poder por el que varios deliran, esos insignificantes momentos en los que una posición circunstancial le confiere a alguien la soberbia ilusión de ser superior a otro alguien. Se banca la suciedad de la ciudad en la que vive, la fetidez de la mierda de los perros untada en las veredas, las botellas de plástico, las colillas de cigarrillos, los papeles y los escupitajos, el descontrol del tránsito y el vandalismo de los espacios públicos. Soporta la ignorancia de las autoridades de toda clase y lo que es peor, su disimulo. Convive en la indolencia de una sociedad que demasiado periodismo promociona como solidaria. Resiste el excitado comportamiento histérico de los que son felices en el autoengaño.
Por eso Jandri me confesó que ama la soledad, pues es ahí donde puede darse un buen baño y quitarse toda esa mugre que inevitablemente se le pega. La soledad es como morir, o dormir y tal vez soñar, es creación en potencia y acto. La soledad es oír el estallido de las olas del mar, el frotar de las hojas del abedul plateado de su casa, el rotar científico del mundo, el concepto de las cosas. Soledad es oler el violeta de las lavandas de su jardín, es ponerle al mate que me convida un poco del cedrón que vio crecer de pequeño y que hoy se erige joven al sol de la tarde, es contrastar vivamente el extendido verde sobre el muro durazno de su casa. Soledad es color, luz, aire y pensamiento, es idea en eterno movimiento. Soledad es, finalmente, plantar una pequeña semilla de tomate chocolate y notar el ritmo de su crecimiento mientras persiste la duda sobre la existencia.
Alejandro Zoratti Calvi

domingo, 10 de septiembre de 2017

la bolsa

"Una bolsa de residuos llena de conceptos
que definen una vida que, tristemente, está lejos de serlo".
Emiliano Barco. "La bolsa" petit instalación site specific
en Espacio Bar 2017.

Hay alguien ahí que no ha olvidado sus cosas sino que las ha dejado un tanto desparramadas porque no tiene donde guardarlas. Lo poco que posee lo cubre con un insuficiente plástico, como el material de las bolsas en que guardamos lo desechable, pero a diferencia de ellas, éste es transparente para mostrarnos las sobras. Ese falso cobertor es una manta que cubre escasamente, que protege indignamente, es una mortaja que, traspasando su negra existencia a todo lo que toca, se volvió cristal. Pero nada me conmueve más que el trozo de pan tan negro que parece carbón. Es obvio que tiene el tamaño, la forma y el color del carbón, pero es pan y sólo se lo descubre si se pone atención. En esos blancos planos contrasta irremediablemente la tristeza, el olvido y el desprecio por la vida de alguien. ¿No basta un solo abandonado para avergonzar a toda la humanidad?
Alejandro Zoratti Calvi

RESPIRE

La imagen puede contener: interior
Nahuel Vera, "Respire", objeto instalación en Espacio Bar,
Escuela de Artes Visuales "M.Malharro", 2017.

Ya no hay vuelta atrás. Una imagen sencilla provocó el sonido de la palabra en mi mente, y con él, el pensamiento de ese acto cotidiano, necesario e impensado. No podría vivir meditando en esto a diario, simplemente sucede para casi todos los vivos y nos mantiene así, como estamos en este preciso momento. No es una orden, ¡quién pudiera decretar algo semejante! Es un acto de dar conciencia a lo involuntariamente necesario, como el parpadear, como el toser. Podría detener la acción no sé hasta qué límites, pero entonces acudirían resultados inciertos y tal vez dramáticos. Me pregunto si hay en mí otros actos redundantemente involuntarios a los que me he acostumbrado, y aferrado sin conciencia, lejos de darme vida, la detienen.

Alejandro Zoratti Calvi

domingo, 11 de junio de 2017

esto es Arte o se tirA?

Nuestra cultura incluye en el conjunto “arte” tanto a las pinturas rupestres de las Cuevas de Lascaux como a la Abadía de Westminster, el fresco de Leonardo en el refectorio del convento en Milán como "La fuente" de Duchamp, una pintura de Xul Solar o de Malevich como el Partenón, el “Requiem” de Mozart o el “Hamlet” de Shakespeare como "La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo" de Damien Hirst, 4’33’’ de John Cage o la “Menesunda” de Minujin como el “Autorretrato sobre mi muerte” de Carlos Herrera. La enumeración no llama la atención por lo interminable sino por las diferencias de cualidades. Más allá de los subconjuntos que se puedan determinar a partir de los diferentes tipos de lenguajes (lo visual, lo sonoro, etc.) -agrupamientos que, por otra parte, hoy son cada vez mas indeterminados- ¿cómo es que cosas tan distintas pueden ser llamadas arte? ¿podemos afirmar que no hay límites? ¿cualquier cosa puede serlo?

Dos vivencias
El hecho sucedió una tarde de hace pocos años atrás en torno a la "Usina de Arte", una muestra que la Escuela de Artes Visuales "M. Malharro" lleva adelante en el Centro Provincial de las Artes de Mar del Plata, y en donde se exponen los trabajos que los estudiantes realizan en sus diferentes carreras. Recuerdo el lugar con precisión: fue a mitad de la escalera que da acceso al foyer, cuyos anchos y blancos escalones de piedra pulida estaban cubiertos por una alfombra que alguna vez fue rojo glorioso, hoy baqueteado y deprimente. Ya era un poco tarde y el Centro había cerrado sus puertas, de modo que me retiraba junto a un último pequeño grupo malharrense que aún andaba por ahí cuando, en dirección contraria, un muchacho encargado de la limpieza del lugar se detuvo frente a nosotros, colocó contra la pared el balde y el escobillón de piso que llevaba, nos miró, señaló los objetos depositados contra el muro y nos dijo convencido: “-¡Arte!”. Todos nos reímos. Después el muchacho tomó los elementos de limpieza y continuó su camino, al igual que nosotros. ¿Cuánto duró aquel acto? ¿15 segundos? ¿10?. Sin saberlo, después de más de medio siglo, aquel joven encarnaba una vez más a Duchamp.

El otro hecho -hoy casi mito- fue aquella oportunidad en la que, siendo yo un estudiante, se había popularizado la frase “¿Esto es arte o se tira?”. Esta pregunta que pronunció por primera vez Celerina (una españolísima señora tan petisa y ancha como simpática y trabajadora, encargada de la limpieza de la escuela) ponía en evidencia su duda en el cumplimiento de la tarea al enfrentarse a objetos que, a la luz de cierta concepción de arte, le provocaban la incomodidad de decidir sobre si debía tirarlos al tacho de la basura o dejarlos en las mesas y estantes de trabajo. La célebre frase adquirió tal relevancia que fue finalmente el título de la muestra de aquel año. Este segundo hecho demostraba que la duda, en definitiva, no era sólo de Celerina.

Lo sucedido en la Mar del Plata de los noventa no fue novedoso. El artista Joseph Beuys protagonizó un hecho similar en 1969 en Alemania, cuando expuso su obra “Badewanne”, una bañera de niño decorada con grasa y gasas; unas personas que se reunían en el lugar de la exposición solicitaron a una asistenta que la limpiara para poder usarla como contenedor de sus cervezas. El caso terminó en un juicio ganado por el artista.

Tal vez se sorprendan sobre la cantidad de veces que la relación arte-personal de limpieza ha sacudido el concepto de "lo artístico" en estos últimos años (les dejo algunas pocas notas*, les aseguro que encontrarán más). Claro que las conclusiones de los críticos no se hicieron esperar: hay quienes sostienen que la obra de los artistas se completaría con la acción performática de su limpieza, y otros, que si la obra fue eliminada, es que en realidad no es arte, ya que el arte debe ser comprendido por todos, incluyendo al personal de limpieza.

Los hechos relatados son unos pocos ejemplos que parecen delatar la imposibilidad de poner límites a lo artístico. Pero el problema del límite no está en los objetos o en los actos del mundo sino en el lenguaje que los señala. No hay "la frontera de lo artístico" como tampoco hay "todo es arte". No hay frontera en su materialidad, en su forma o función comunicacional y tampoco en lo que dice, lo cual no implica que todo sea arte, y el hecho de no poder definir con precisión al término no equivale a no poder decir de qué hablamos. De hecho, tantas veces el arte nace ahí donde la palabra es limitada, innecesaria. El problema de la indefinición (o des definición) del término arte lo único que parece poner en evidencia es la insuficiencia o inadecuación del lenguaje verbal para nominar algunas cosas del mundo que construimos y la verdad, esto no sucede sólo con esta palabra: traten de definir "vida" o "música" o "amor". Cuando el lenguaje se ve limitado para definir algo es más bien un problema del propio lenguaje, no de la realidad que menciona. Así, lo incierto de los límites respecto del arte parece estar en su pretensión categorizante. Todo no es arte, pero si el lenguaje verbal, en su colonizadora acción trascodificante quiere determinar esa frontera, se meterá en problemas.

Alejandro Zoratti Calvi

Nota no sin ironía: veo muy improbable que vuelva a suceder lo de Celerina en "la Malharro" de hoy día; para que ocurra, los encargados de limpieza primero deberían limpiar. AZC
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*Una limpiadora tira a la basura una obra de arte vanguardista en Italia http://www.elmundo.es/cultura/2015/10/30/56332e1ce2704e477b8b4600.html
Artista furiosa porque la "limpiaron" en Documenta http://www.perfil.com/cultura/Artista-furiosa-porque-la-limpiaron-en-Documenta-20070615-0038.html
Una empleada de limpieza tiró por error parte de una obra de arte http://www.clarin.com/sociedad/empleada-limpieza-error-parte-arte_0_1516648595.html

sábado, 3 de junio de 2017

arte interesante - arte interesado

En la escuela de arte donde trabajo se viene escuchado desde hace años y no pocas veces, el uso de la muletilla "es interesante" como parte del análisis de las producciones realizadas, un juicio tan contundente como ambiguo. Sin hacerse esperar, surge la silenciosa pregunta de los así evaluados con tan escueta conclusión: "¿Será bueno o malo que el trabajo sea interesante?". En ese ámbito académico todos sabemos que si alguien designa algo como interesante es igual a que se dijera nada, y es que en la propia pregunta está la respuesta: falta el argumento del interés. Este bastardeo de la expresión "es interesante" no convierte en malo a su uso, sino en insuficiente al juicio emitido. Si un sujeto califica de interesante alguna cosa debería luego explicar las razones del interés. En esa duda también aparecen, al menos, tres cuestiones más. Primero: si el ser interesante es una calificación bondadosa, entonces sería aceptable que el arte produzca interés (en general, el paralenguaje con que el sujeto lo dice parece indicar una valoración positiva aunque teñida de sospecha y difícil de ser expresada). Segundo: si el arte produce interés, ¿sería admisible cualquier interés? Tercero: el ser interesante ¿es un juicio que describe al objeto, al sujeto o a ambos? ¿lo interesante es cualidad propia de, digamos, una pintura, una escultura, una performance, o es la referencia a cierto estado de ánimo que se produce en las personas que así la designan?

Un arte desinteresado
Está bastante difundida la idea de que el arte es desinteresado si se construye como pura expresión individual, como una actividad hasta necesaria del verdadero artista independiente que sólo hace obra como respuesta a su libertad creadora. "(...) según mi modo de ver no debería darse el nombre de obras de arte sino a a aquellas en las que el artista se ha podido libremente mostrarse como tal, esto es, a aquellas en las que la belleza ha sido su primero y último fin" nos detalla G. E. Lessing en una parte de su Laocoonte. Desde esta perspectiva todo producto motivado por un encargo no podría denominarse "arte", y si seguimos la reflexión del autor alemán, quien apunta directamente sobre el arte religioso, todo arte que fuera apéndice de alguna otra cosa estaría en la misma posición: el arte de la ilustración científica o la pedagogía, el arte ideológico de propaganda o de denuncia social, los productos realizados en una escuela de arte, donde prácticamente todas las realizaciones son para el cumplimiento de las consignas de las cátedras. Está claro que el concepto de arte de hoy en día no puede homologarse con el de belleza como se concebía en la era lessigniana, pero el punto más bien se refiere a criticar un excesivo apego a lo simbólico en detrimento de una pura construcción individual, pues sólo motivado por su propio interés creador habría libertad, sólo así el artista se manifestaría como tal.

El interés como causa o consecuencia
Si el arte "es interesante" es que hay un interés que podría estar en su origen o manifestarse a partir de su existencia. Con respecto a la relación objeto-sujeto que motiva el interés, por ahora sólo diré que habría algo en la percepción del objeto que por alguna circunstancia produciría alguna simpatía adherente del sujeto. Para algunos, que el interés sea o bien la causa, o bien la consecuencia, podría determinar la validez de lo artístico. El hecho de que una pintura fuese decorativa, por ejemplo, carecería de ese interés, o cuanto menos sería inferior a una pintura "expresiva", ya que en la primera el artista no se expresaría con libertad al tener que suscribirse a formas que responden a una necesidad externa -lo decorativo- idea emparentada con cierto remanente artesanal o con ideales que distinguen diametralmente un arte utilitario -que no sería verdadero arte- de otro nacido de la pura libertad subjetiva, quien produciría, así, un objeto "sin utilidad". La discusión también aparece en torno a si el interés de la obra está centrado en el mercado, aunque también la valoración suele depender del momento en que nazca ese interés.

Caso 1: el interés como consecuencia del arte.
Aunque suscite interés, el arte nace del desinterés. El artista hace arte por amor al arte, mas luego, el objeto artístico producido podría provocar algún interés, inclusive en el propio sujeto que lo creó. Una pintura podría ser la causa de un negocio, motivación no aparecida en su génesis, ya que el artista podría haber hecho su creación desinteresadamente, libremente, y no ser responsable de los efectos que ella produzca. Esta tendencia de románticos aromas quiere deslindarlo de motivaciones por conveniencias para mantenerlo en la esfera del genio creador que no adhiere a otras causas fuera de su propia libertad como motor de su arte.
Caso 2: el interés como causa del arte.
Se acepta que el arte puede nacer de un interés. Si la pintura fuera creada como respuesta a un encargo, el artista no pintaría lo que quiere sino el pedido, es decir, sería la consecuencia de un interés exógeno al que asiente. Así, la obra de arte parecería ser un medio para alcanzar otros objetivos, aparentemente "extra-artísticos", para conseguir algo a cambio (dinero, estatus, persuasión ideológica, aprobación de una cátedra). Entonces, ¿habría arte si el realizador responde así con su trabajo? Este punto suele generar mayores controversias y los acuerdos rondan -aunque no siempre-en los casos en que el interés externo coincide con el interés del artista. Por ejemplo, se sabe de la religiosidad de Miguel Ángel, él mismo lo expresó en sus sonetos, de modo tal que podríamos decir que en los encargos que hizo para la iglesia católica habría identificación de intereses por compartir las creencias. Recordemos de paso algunas lecturas que relatan la posición social de los artistas del Renacimiento. El historiador A. Hauser, también el catedrático M. Á. de Bunes Ibarra nos explican en distintos textos que, como a los pintores y escultores les resultaba difícil acceder a un buen posicionamiento social-económico en la Europa de aquella época, necesitaban dar jerarquía de artes superiores a sus actividades y desaparecer de la lista negra de una clasificación heredada del pasado: la de ser artes mecánicas, inferiores, artesanales, serviles, artistas que ni siquiera contaban con un gremio propio que los amparase. La pretensión de hacer entrar a la pintura al rango de ciencia (algo sobre lo cual también hizo referencia Leonardo en su Tratado de la pintura), emparentándola así más con lo intelectual que con el trabajo físico, pretendía jerarquizar la actividad, pero es evidente que esta apologética categorización respondía tanto a debates intelectuales sobre el concepto de arte como a necesidades económicas y de estatus. Los intereses en la génesis de la obra no sólo no invalidaban al trabajo como artístico sino que, y tal vez la mayoría de las veces, lo confirmaban.

¿Negaríamos el arte de Boticelli, Ghirlandaio, Leonardo, Miguel Ángel y el de tantos otros que conocemos por ser respuestas a encargos? ¿Qué nos motiva el designar a la obra de una persona como artística, cuya labor en vida careció de interés, y muerto, el mercado de arte la cotiza en millones? ¿Por qué tantos estudiantes de arte se anotan tan rápido para trabajar gratuitamente en convocatorias de agrupaciones o personas que deberían pagar si en vez de pintar un mural tuviesen que arreglar un caño de gas, pero al mismo tiempo se quejan si no se valora su trabajo? ¿Podemos finalmente llamar artísticos a los objetos realizados como respuestas a consignas o encargos? ¿El tipo de interés o el hecho de que sea la causa de una construcción del mundo puede determinar su validez como arte?

Alejandro Zoratti Calvi

_________________________
Bunes Ibarra, Miguel Ángel de. 1997. "Introducción" en Miguel Ángel Buonarroti, Obras escogidas. Madrid. M.E.Editores.
Hauser, Arnold. 1979. Historia social de la literatura y el arte I. Barcelona. Guadarrama.
Lessing, Gotthold E. 1960. Laocoonte o sobre los límites de la pintura y la poesía. México. UNAM. Ensayo publicado originalmente en Berlin en 1766.
Vinci, Leonardo da. 1999. Tratado de la pintura, trad. y prólogo Rafael Galvano, Buenos Aires, R. Need. El Trattato della pittura es una colección de pensamientos y de notas extraídas de los manuscritos de Leonardo y compilada póstumamente (hacia 1550). La primera edición impresa apareció en París en 1651 al cuidado de Rafael Du Fresne.

jueves, 25 de mayo de 2017

quiero algo nuevo

Quiero algo nuevo. No, en serio, no repitas nada. Quiero algo nunca dicho, y si es necesario, invéntate la palabra, o el color, o el sonido, o lo que sea, pero dame algo jamás pronunciado. Por otra parte, no me basta que sea nuevo: además quiero que tenga sentido, no me vengas con el guitarreo de los que adhieren a las ideas de vanguardia sólo por la efectividad del choque. Regálame una revelación, una sinapsis original, una aparición creadora, una manifestación, pero dame algo. Es que ya estoy tan abrumado por las obviedades, tan aburrido de los mismos actos de los hombres que por momentos me siento un clarividente en medio de esta humanidad predecible, aburridamente predecible. Conviérteme en novato o haz conmigo como hace el clima con los meteorólogos: déjame en evidencia. No quiero otra vez ni el mismo conflicto, ni el mismo error, ni el mismo amor. Yo, por lo pronto, espero atento; todos mis sentidos siguen vigilantes aguardando tu señal.

Alejandro Zoratti Calvi

miércoles, 11 de enero de 2017

redundancia

Lo diré sin anestesia: me aburren las personas cuando centran su comunicación en la vida de sus hijos. La mayoría de mis amigos y conocidos lo hacen y ellos seguramente no se dan cuenta de ninguna de las dos cosas, ni de que monologan en exceso sobre sus herederos ni de que me cansan cuando lo hacen. Trato de escucharlos porque entiendo que para ellos eso es importante (no sus hijos -quienes son naturalmente importantes- sino el hablar redundantemente sobre ellos) y no es que peque de falso sino más bien de empático, pero en verdad me agotan.

Redunda el mar en su oleaje, el día en su nacer, la noche en su caer, el finito tic tac del corazón y el ritmo de tu respiración; repite la semilla su origen, la migración de ciertas aves, el hambre y el sueño. La naturaleza redunda afectuosamente reiterando ofrendas gratuitas en sus actos. Ojalá mis redundancias sean pocas o al menos te den argumentos de libertad.

Alejandro Zoratti Calvi

domingo, 8 de enero de 2017

el mundo

Me pregunto qué tan sociales deberemos ser para no desaparecer, para no convertirnos en bestias o en dioses.

¿Qué clase de caricia podría adormecernos al punto de que sólo vivamos sin preguntar?

Quisiera que me enfrentes con tus argumentos y me destruyas.

Alejandro Zoratti Calvi

sábado, 7 de enero de 2017

el Wincofón amarillo

Jandri también recibió alguna bicicleta por el Día de Reyes, aunque en realidad no era totalmente suya pues la economía de la casa imponía el compartir todo lo compartible con su hermana. La bici era tan grande que, o se sentaba o pedaleaba, y como además debía usarla con una mujer, no llevaba la barra superior del cuadro, lo que le producía sentimientos ambivalentes porque al mismo tiempo que estaba obligado a usar una bicicleta femenina (al menos era roja) también le permitía pedalear parado sin perjuicio de sus genitales. "-Ya vas a crecer" la habrían dicho sus padres, para justificar que no sólo la bici era varias medidas más grandes que su físico, sino también sus camisas, sus pantalones, sus calzoncillos, sus medias y sus zapatos. Notó que los Reyes Magos pensaban igual que sus progenitores en cuestiones de talles, lo que les otorgaba un aval recíproco. Como sea, aquel velocípedo no fue el regalo que más recuerda de esas fiestas. Su padre era un farmacéutico aficionado a la electrónica. Odiaba a su farmacia tanto como amaba a la electricidad y se pasaba la mayor parte del tiempo arreglando todo tipo de artefactos que la gente le llevaba: radios a transistores, licuadoras, despertadores, amplificadores, tocadiscos, grabadores y televisores, lo que significaba que en la casa del niño nunca faltaba tecnología en cortos períodos de prueba y así tuvo a su alcance electrónicos que jamás sus padres podrían haber comprado, excepto por aquel "Winco" amarillo que la Navidad había dejado un diciembre de los setenta. Jandri no dejaba de asombrarse por la magia detrás de la perfecta caída del vinilo negro de doble surco espiralado sobre el regular giro del plato y la delicada precisión con que se posaba en el lugar exacto el brazo con su diminuta púa. Y entonces, ¡hágase la música! Ahora podía escuchar todos los discos que tenían -que no eran pocos- y gozar de aquel regalo sabiendo que no desaparecería en corto tiempo como los otros. "Música en Libertad", "Mercedes Sosa", "Sui Generis", "Larralde", "Alberto Cortez" y "Tchaikovsky" formaban parte del variado repertorio; todo se escuchaba y se disfrutaba, claro que con gustos desnivelados repartidos según afectase a las inclinaciones de los oyentes de aquella familia. Pero la felicidad que trajo el nuevo artefacto duró -como se dice en mi pueblo- lo que un pedo en un canasto. A los pocos días, más precisamente en la mañana de Reyes, el "Winco" había desaparecido, lo que le revelaba al infante una primera contradicción: durante el sexto día del primer mes del año no desaparecen cosas, más bien aparecen. La inquietud transformada en queja no se hizo esperar y la respuesta que obtuvo fue la punta del iceberg que descubrió para aquel niño la escondida realidad evangélica. Necesitaba saber la verdad: "-El Wincofón se lo vendimos a tu tío para que se lo regale a sus hijas como obsequio de Reyes, pero tu papá va a preparar un mejor equipo para nosotros". Las palabras no son las exactas, pero eso fue lo que dijo la madre de Jandri como punto final del tema, lo que para él se tradujo en: "los Reyes Magos no existen, aún en tus fantasías estás arrojado a la realidad de la familia que te tocó en suerte". Sabía que Papá Noel no era real, ni siquiera estaba en la biblia y además conocía el secreto de su tía Hilda disfrazada de rojo y blanco cada noche del 24, pero los Reyes... ¡los Reyes Magos!. Jandri me mira, hace ademanes con sus manos, con su alma, no puede encontrar una palabra que exprese la fatal desesperanza que sintió cuando pensó en cual de sus dos mentirosos padres habría vaciado los recipientes que contenían el agua y la lechuga que él mismo había lavado para los camellos la noche anterior al suceso. Siempre los imaginó cansados, enormes, silenciosos. Suponía que se quedarían en el pequeño jardín y sólo los tres príncipes de oriente entrarían a dejar lo suyo cerca del árbol navideño, aprovechando la oportunidad de beber y comer algo en ese breve lapso de tiempo. Se preguntaba cómo llegarían hasta la casa sorteando el portón de acceso, o cómo harían para beberse y comerse todo en todas las casas en una noche, en alguna deberían dejar algo. No había claridad en las conclusiones pero tampoco preocupación, al fin de cuentas seguro que esos animales tendrían propiedades mágicas al igual que sus dueños. Recuerda resignado la indefensión experimentada al corroborar que tantas magias se habían derrumbado con un solo golpe, como quien implosiona un gran edificio. Delante suyo estaban las mismas hojas de lechuga fresca que imaginó como alimento de los mágicos camellos, ¡qué torpeza la de su madre el volver a guardarlas en la heladera, como si no las fuera a reconocer! ¡Todas las pruebas estuvieron siempre frente a sus narices, pero qué ceguera!
Ahora llega a su mente -así me lo cuenta- el intenso amarillo de la carcasa del tocadiscos y la gran mesa del comedor donde lo encontró apoyado por primera vez, esa que había construido su abuelo y que, de tanto rayarse, su padre había cubierto de oscuros e irregulares cerámicos, tarea en la que él mismo había contribuido, una gran mesa familiar que ahora su hermana había hecho desaparecer. Con los años comprendió que no fue la entrega del artefacto sonoro lo que lo decepcionó sino una nueva pérdida de confianza en quienes tenía delante suyo sin elección. Para su libertad, Jandri sabe que lo de los reyes no es la única mentira que por alguna razón no razonable, demasiados seres humanos de esta cultura siguen cultivando.

Alejandro Zoratti Calvi

martes, 29 de noviembre de 2016

la vereda de mi casa

La vereda de mi casa
era de piedra irregular,
la cambié por cemento alisado
para un mejor transitar.

Dos geometrías de tierra
alteran su continuidad
para sembrar naturaleza
en toda su vastedad.

Primero planté lavandas
para aromar el espacio
pero unas manos rateras
se afanaron los herbáceos.

Un prolijo cesto de bolsas
coloqué en un sector,
y estacionando p'al orto
lo rompió algún conductor.

Varias veces al año
sembré fértil verdepasto,
mas las mierdas de los perros
cagaban, no daban abasto.

Los putos de los vecinos
son peor que lo peor
ojalá los cague un elefante
y eternice en ellos su olor.

Después vino "la muni"
chantó un cartel en el medio
¡cuidado, escuela cerca!
no le dan bola, es serio.

Desisto ya de hermosearla,
esquive la caca, y si atina
camine usted como pueda
y quéjese a la vecina.

La vereda de mi casa
está en todo su esplendor,
su aspecto es el que merece
este barrio cagador.








Alejandro Zoratti Calvi


lunes, 28 de noviembre de 2016

católico fútbol

"Y para la raza conseguir el ejemplar del porvenir."
Antonio Botta

Las clases de gimnasia -como entonces se les decía- eran una paparruchada. Las opciones se reducían a dos: jugar al fútbol o nada. A Jandri le gustaba ir a la Villa Marista, el centro de actividades futboleras que los religiosos tenían algo alejado del instituto y el traslado siempre se hacía en un micro escolar. Rodeada de árboles en pleno crecimiento, era la cara opuesta al edificio central: naturaleza pura. Dos frescores recuerda de aquel lugar con asombro: el del agua saliendo interminable de los bebederos, la que sorbía agotado al acabarse el juego y el del olor de los eucaliptos, tan fresco como una sombra verde. Era tan mal jugador que padeció el bullying tempranamente (en la católica Argentina, el fútbol es dios). El trabajo del profesor consistía en elegir a dos alumnos como capitanes y luego cada uno de ellos iba conformando sus equipos eligiendo alternadamente y a viva voz a los jugadores restantes. Así como Jandri era siempre el primero en la fila escolar, aquí era irremediablemente el último. Sólo a veces alguno de los capitanes ejercía la práctica de la piedad cristiana y lo nombraba anteúltimo. Él sabía que era pésimo para controlar con sus piernas una esfera de cuero duro llena de aire: definitivamente no le interesaba, no lo practicaba y después de siete años de insistencia social, lo odiaba. Su puesto obligado en aquellos torneos escolares era el de defensor y de ahí le quedó la idea de que los jugadores que son la defensa en cualquier equipo han de ser los peores. Pocas veces corría como loco tratando de dramatizar algún interés en tan banal actividad, un poco como experimento físico y otro como agradecimiento a su líder por haberlo elegido aún como descarte. Cuando todos los jugadores estaban cansados de correr porque ya lo habían hecho durante casi una hora y si de casualidad estaba próximo al arco contrario, el buen capitán samaritano le pasaba la pelota a ver si hacía algo, pero Jandri, sobrepasado por la emoción del pase, rara vez le acertaba. Aprendió a los insultos que los saques desde fuera de la cancha se hacían por sobre la cabeza y aunque parecía una obviedad para todos, nadie se lo había dicho. Por otra parte -y no es que lo defienda- no debemos olvidar su miopía; dado que no podía jugar con los anteojos por el peligro que ello implicaba, sus habilidades se veían notablemente reducidas si se comparaban con las de aquellos arios futbolistas. Cuando podía optaba por nada y caminaba o se sentaba bajo los árboles con algún compañero el tiempo que duraba la clase. Fue ahí donde conoció las pequeñas bayas aromáticas que caían de los plateados eucaliptos, el colchón de la pinchuda pinocha y la pegajosa resina. Dice tener una foto interna del paisaje de pinos pequeños y el alambrado a los límites de aquella villa y su imagen se vela al recordar el momento de la partida cuando el profesor los llamaba para regresar a la escuela, o al pensar en aquella inaccesible casa blanca lindera al predio de juegos donde -según le contaron- vivían unas monjas autoclausuradas a quienes nunca vio. Mirándome canta impreciso la Marcha del Deporte que tantas veces entonó de pequeño, las notas se diluyen y Jandri vuelve al presente. Está por empezar la Copa Bridgestone Libertadores, entonces se pone las Nike flúo y sale a trotar un rato por la costa marplatense.

Alejandro Zoratti Calvi


La Marcha del Deporte
1933
Música: Francisco Lomuto
Letra: Antonio Botta

En un marco de azul celestial
y al rayo solar
va la juventud.
En el pecho un soberbio ideal
y un ansia sin par
de goce y salud.
Una insignia en el corazón
un emblema como ilusión
y en el alma un deseo
de honor y de gloria
que vibra y es siempre emoción.

Luchar, en justa varonil.
Luchar con ansia juvenil.
Y para la raza
conseguir el ejemplar
del porvenir.
Luchar, luchar para triunfar,
luchar y nunca desmayar.
Alentando siempre
la esperanza de imponer
la divisa "Vencer y vencer".

Caballeros del juego hay que ser,
al campo a salir
con fe y con valor.
Adversarios que van a ofrecer
en brega gentil
ejemplo y vigor.
La confianza y la inspiración
del amor a una institución
ha de darnos aliento
y hacer que el esfuerzo
corone de gloria un campeón.

domingo, 27 de noviembre de 2016

la masacre

Un día Jandri se sacó. Era un niño de seis años y en esa época no estaba difundida la educación inicial, de modo que recién experimentaba lo que le ofrecía la gloriosa primaria privada argentina, estrenando su primer año de escolaridad. Asistió a una escuela impecable de impecables pisos, grandes ventanales y pupitres a la antigua, de madera sólida, de esos que aún conservaban el orificio para colocar el frasco de tinta y con un buche debajo del tablero rebatible para dejar los útiles que momentáneamente no se usen o como depósito de los envoltorios de las golosinas. Cada salón contaba con percheros suficientes para que todos los alumnos pudiesen dejar el saco azul marino del uniforme de gala y colocarse así un guardapolvo gris sobre la siempre presente camisa y corbata. El patio usado en los recreos estaba embaldosado y marcado regularmente con pequeños círculos blancos y amarillos de pintura; Jandri debió esperar a su primera celebración del 25 de Mayo para descubrir la función de aquellas huellas.
A los maristas siempre les gustó el orden, tanto que el niño temía no estar a la altura de las circunstancias. Llegar tarde lo vivía como una humillación y si eso pasaba, el enorme portón de madera y hierro se cerraba implacable y a esperar afuera. Para suerte de Jandri eso no le pasó muchas veces y cuando sucedió sus padres lo dejaron ahí solo con los otros pequeños impuntuales, total en esa época no robaban nenes. Su primer día de clases llegó tarde y eso le valió tener que sentarse en el último banco ya que todos los demás estaban ocupados, lo que produjo una consecuencia saludable si se quiere, pues su maestra detectó en poco tiempo que padecía de alguna discapacidad visual: las escrituras en el pizarrón eran para el iniciado estudiante una nebulosa, lo que luego determinó -aún con sus anteojos de miope y seguramente asociado a su escasa estatura- un abono de primera fila hasta el final de la primaria.
Octubre era el mes de María y no había lola. El único programa para la primera hora de clase de todo ese mes era honrar a la madre de Jesús y todos a la capilla. Los que se acordaban de llevar alguna flor formaban una orgullosa fila separada del resto del estudiantado acomodado en los bancos, y a la orden del religioso que siempre llevaba una sotana que alguna vez fue negra, y entonando "Venid y vamos todos con flores a María", la procesión caminaba rítmica hacia la estatua de yeso virginal para depositar allí su ofrenda, rito que daba inicio a la diaria ceremonia mariana. Participar de esa. la más de las veces, corta comitiva floral, valía por un lado para estar en la inestable lista de quienes merecerían participar del cielo tan perdido, evitando el infierno tan merecido y, por otra parte, ser también una especie de indulgencia para toda inconducta escolar a los ojos omnipresentes del hermano Víctor. Jandri aprendió que si en el claustro del conocimiento había orden, en el templo espiritual la disciplina era superlativa. En la escuela podías equivocarte en algo y había posibilidades de no ser descubierto por los humanos, pero en la iglesia eso era imposible porque dios observaba a todos al mismo tiempo, todo el tiempo.
En algún momento del primer grado el pequeño se enfermó de paperas o varicela o sarampión y al retornar a la escuela se le prohibió por una semana participar de la actividad de educación física. El profesor daba sus clases o bien en el patio de los recreos o bien en una villa que la comunidad religiosa poseía en la zona de Camet, alejada del edificio central, al norte de la ciudad, ya que todavía no se había construido el gimnasio que se inauguraría siete años después y su maestra quiso disfrutar del sol mañanero dejando a Jandri solo dentro del aula. Ese fue el momento en que aprovechó sin premeditación para convertirse en Superjandri, un defensor poderoso que luchaba contra los monstruos aterradores que lo hostigaban y no tenía opción: había que destruirlos. Los diabólicos engendros eran hábiles y se escondían disimulados en los lápices asomados en las cartucheras. Sobrevolando el campo de batalla, partía al medio y sin piedad toda bestia que se manifestaba. Como si otro tomara el control de sus acciones, el niño experimentaba una ira que jamás había sentido y no importaba si la monstruosidad era malvadamente gris de escribir o sangrientamente roja para colorear, todas debían ser exterminadas. Superjandri escudriñaba cada pupitre detectando con la precisión de un radar los coloridos y malvados personajes, los tomaba con sus fuertes manos a veces de a tres o de a cuatro al mismo tiempo y los acababa de un golpe decapitándolos sin misericordia, hasta que no quedó ni uno. Terminada la cruzada pensó que si dejaba a la vista semejante desolación de madera y grafito, su maestra y sus compañeros descubrirían su identidad secreta, entonces envolvió como pudo a los cadáveres en hojas de papel y los metió en el buche de un banco desocupado al fondo del aula.
Al regresar, varios niños comenzaron a quejarse de que no encontraban sus lápices. Cuando la maestra notó que no era uno, ni dos, ni tres, sino quince o veinte los que denunciaban las pérdidas, declaró la búsqueda y comenzó el rastreo. Al cabo de unos minutos alguien encontró la fosa común y Jandri fue proclamado culpable de inmediato. El niño lloraba gritando entre lágrimas que nada tenía que ver con aquel desastre, que alguien habría entrado a la sala sin que él se percatara y habría cometido semejante barbarie, pero nadie le creyó. Fue deshonrado frente a sus compañeros y a pesar de haber demostrado ser un excelente estudiante en los pocos meses de su primer grado, le arrebataron de la solapa gris la plateada medalla mariana ganada por su trayectoria escolar. Los padres de Jandri fueron convocados ese mismo día por la dirección, pero nunca supo qué se dijo en aquella reunión y le llamó particularmente la atención el hecho de que su papá no lo castigara, cosa habitual en él como respuesta a cualquier transgresión infantil. Notó que los adultos prefirieron callar el tema.
Con el tiempo se olvidaron de la masacre, todos menos Jandri. De aquel hecho aprendió que debía cuidar las evidencias para evitar ser descubierto y decidió ocultar su identidad hasta algún otro momento oportuno.

Alejandro Zoratti Calvi

domingo, 20 de noviembre de 2016

viernes 17

Es viernes. Sobre el escenario "Violeta Parra" de la Plaza del Agua y apenas pasado el mediodía, dos jóvenes de no más de 17 completan alguna tarea escolar. Unas ráfagas de viento hacen volar las hojas de sus carpetas, pero no manifiestan preocupación alguna por la desaparición de sus deberes, hasta podría asegurar que lo prefieren. Aún así, uno de ellos se levanta desganado oponiendo su lenta velocidad y su peculiar caminar al inesperado movimiento del aire marplatense y alcanzando las páginas rebeldes, las pisa sujetándolas con deliberado desinterés. El otro es físicamente más grande, más robusto y hace unos instantes tenía un pañuelo rojo y blanco como vincha. La temprana tarde es fría a la sombra de los árboles pero quema a sol pleno y en el silencio de la plaza -interrumpido cada tanto por un cotorrerío que proviene de la desubicada antena- se está ideal para una siesta, de manera que, abandonando toda responsabilidad, se quita su buzo oscuro, se pone una remera sin mangas de un cian intenso, se tira boca abajo sobre el piso del escenario, entrecierra sus ojos y deja de moverse. El otro llega con sus rayadas hojas prisioneras sentándose a su lado. Hay luz casi cenital sobre la escena y puedo notar que algo pasa entre ellos. No lo demuestran abiertamente, ni siquiera los conozco, pero lo sé. No pasa mucho tiempo para que el más grande, sin cambiar su posición, acomode su brazo derecho extendido sobre las piernas también extendidas de su compañero y esta acción lo inquieta. Serio escanea con su mirada las pocas personas que se encuentran dispersas por el espacio público, me mira. A juzgar por el movimiento de su cuerpo me doy cuenta de que se siente nervioso con esa extremidad ajena sobre las suyas y tomando una regla transparente comienza a medir las distancias de las distintas partes en que se compone ese miembro amistoso: de la muñeca al codo, del codo al hombro y yo alucino con el mundo de Leonardo. Después, con una lapicera o algún instrumento de escritura, se lo marca. Mientras uno se agita inquieto el otro se deja estar. Sobre las piernas movedizas del que está sentado sigue relajado el brazo del que está acostado y así quedan en tiempo constante, cercanos, apenas tocándose, probándose adolescentemente. Pienso en la primera piel que toqué, las excitantes caricias disimuladas, el olor del amor, el miedo por los otros. Se me hace vívida aquella clase de baile de cuerpos pegados, a escondidas, donde nunca nos dijimos nada. Recuerdo otra vez aquel día de Navidad juntos en la cama (hubiera ido al fin del mundo con vos). Miro el reloj, se acerca la hora de ir a mi trabajo así que me levanto del duro asiento de madera y metal y camino rumbo al auto, mientras ellos dos se quedan eternos sobre el escenario iluminado de la plaza.

Alejandro Zoratti Calvi

jueves, 10 de noviembre de 2016

manuscritos

Miscelánea teológica, c. 764-783
 Presupuesto de albañilería, 2016

dólares y religión

Octubre se movió hacia los afectos cercanos. Simultáneamente cobraron protagonismo personas a quienes tengo ubicadas en la frontera entre conocidos y amigos (desconozco en q límite estaré yo para ellas). Uno es el marido d una gran amiga de años, quien desapareció en medio d un escándalo financiero. Luego d dos semanas críticas cayó preso y esto recién empieza. El otro -un ex cura- reapareció luego d algunos años d distanciamiento y la otra noche, entre cervezas y picadas, le puse en palabras la atracción q me provocó cuando lo conocí. Ausencia y presencia son igualmente potentes. Los actos q ambos realicen también determinan mis acciones y con notable transparencia me he reconocido diferente, me he descubierto más libre q antes. En las aguas a las q he sido arrojado no hay sustancia q me ancle ni dependencia q me hunda, ejerzo el antipaternalismo con decidida autodeterminación y por contraste cada día se me revela con entusiasmo las formas estancadas d esta sociedad irreflexiva: materia y espíritu pueden ser igualmente una peligrosa sobrecarga.

Alejandro Zoratti Calvi

jueves, 9 de junio de 2016

sacrilegio

Monumento al duque de Berry (detalle), mármol, 1823, Versailles, catedral de San Luis.


sábado, 20 de febrero de 2016

la sumisión del tatuaje

Un tatuaje borrado es una buena metáfora
de un divorcio matrimonial

No es novedad q mucha gente, sobre todo los jóvenes, practiquen el ejercicio del tatuaje. Lo digo así, con un sentido d acto continuo, porq pareciera no ser suficiente el tener una sola d esas marcas artificiales: grabándose la primera ya se piensa en la segunda, su diseño, su lugar corporal y más tarde la tercera o la cuarta, alcanzando en algunos casos la frontera de la dependencia. En varias oportunidades me han preguntado si me gustan los tatuajes, pero no tengo en claro si esperan una respuesta sobre el diseño d los dibujos q he visto o si estoy conforme con q la gente ponga sellos indelebles en sus cuerpos. Hay dibujos muy buenos, buenos y otros no tanto, inclusive muy malos (no puedo dejar d pensar en algunos retratos irreconciliables con la realidad aludida) y respecto a q esos diseños tengan como soporte la piel de un humano ya saben, siempre sostendré las libertades individuales, por mí q se hagan los agujeros q quieran si eso los conforma. Es sabido q -en tanto marca intencionada- es una señal para otro, lo está comunicando, su signo no es casual. Alguien bien podría tener adhesiones, digamos musicales, y no decirlo, pero un tatuaje lo dice. Hay pues, en todo tatuaje, un intento d establecer conexiones, d saberse diferenciado d algunos y acompañado por otros. Por otra parte, el concepto d marca indeleble (los procedimientos de borrado nunca son absolutamente eficaces) parece contradecir el concepto d carpe diem contemporáneo, pero me voy a centrar en otra idea q en todo caso, se yuxtapone a esta.
Esta mañana recordaba como se veían las ovejas escocesas desde la ruta, todas marcadas con llamativos colores sobre su lana: verdes, rojos, azules flúo, una mancha sobre cada una d ellas distinguible a grandes distancias. Era lógico pensar q aquellos rebaños podrían agruparse por los colores con los q estaban marcados, un equivalente a la yerra q se practica sobre el ganado. Esos signos corporales indican posesión. ¿son también los tatuajes señales d posesión? Es probable, aunque no necesariamente en ese mismo sentido. En nuestra sociedad actual no se conoce gente q marque personas en los mismos términos en q se marca a una vaca, pero un tatuaje es también una señal d posesión no propiamente a alguien (aunque también los hay) sino a una cultura particular a la q el tatuado acepta como ama. Es una mezcla d sumisión-aceptación-identificación y necesidad d pertenencia-adhesión a un particular pensamiento q puede ir desde el más banal snobismo, transitar por un amor d verano o terminar en la más reflexionada ideología o el más sentido d los afectos, pero en todo caso siempre se manifiesta como pertenencia consentida a alguna otra cosa. Ese humano marcado tiene un dueño intangible, no concreto como un hacendado y su marca señala q desea someterse a esa intangibilidad, q no es arrastrado por una fuerza externa q se lo impone a hierro y fuego. La sola idea d adhesión aquí no es suficiente. Podemos adherir a conceptos, valores, amores q se mantienen en el tiempo, forman parte y construyen nuestro universo interno, el q no pocas veces, con el desarrollo d la vida, se modifica. Para el caso d los tatuajes subyace en la adhesión el concepto d sometimiento o sumisión sustentado en tanto acto indeleble, eterno, es una sujeción para siempre. Entonces. la pregunta más relevante q me propone un tatuaje es: ¿por q alguien quisiera estar sujeto a algo para siempre? En mi universo fluctuante aún no encuentro motivo para ello.

Alejandro Zoratti Calvi

jueves, 18 de febrero de 2016

sobre la fe



“Y que tal si la religión no es buena,
todos los domingos estaríamos haciendo enfadar más y más a dios.”
Homero Simpson


Millones de personas pertenecen a alguna religión. Entiendo q ellas adhieren a un sistema d creencias y deberes q en general se expresan públicamente en tanto q lo religioso tiene un contenido altamente social. Es llamativo descubrir la cantidad d religiones q hoy existen en el mundo como también es notable escuchar la certeza con que cada una rechaza o niega la existencia de los dioses y dogmas q no le son propios, es decir, quienes creen en algún dios poseen un acérrimo ateísmo respecto de los dioses ajenos, ostentando en ese mismo acto la posesión d la verdad y d la pureza del mundo espiritual. Yo mismo he sido parte d esa estadística hasta hace ya varios años, pero a medida q fui reflexionando sobre el mundo mi pensamiento viró hacia un claro agnosticismo: prefiero centrarme en la duda o en la innecesidad frente a la indemostrabilidad d la existencia d cualquier ser. Ninguna delegación d voluntades ha servido para el desarrollo del hombre libre y responsable d sus actos. Las iglesias dictan normas para la vida -a veces extremas, a veces acomodaticias al mundo laico- y regulan las libertades d los hombres en la mirada omnipresente d la cam divina. No faltará quien diga q no es lo mismo creer en un ser trascendente q pertenecer o adherir a una comunidad religiosa, pero yo digo q aún ellos no pueden responder con coherencia en q basan su fe, la q suele ser una especie de tenue rastro cultural q mantienen por el contexto en q han nacido mezclado con cierto rechazo a manidos actos despreciables q ejercen las instituciones religiosas. El catolicismo explica la fe principalmente como un acto d la gracia divina: tenés fe sólo si dios te la otorga. Le agrega también q aún frente a esta gratuidad, la fe debe ser buscada y anhelada por el hombre: "pero yo la he buscado, ¿cómo dios no me la va a otorgar? es obvio q me la dio como recompensa a mi búsqueda, ergo: creo". Cierta oración basada en un texto bíblico reza : "¡Creo, pero aumenta mi fe!" ¿No es hasta tautológico pedirle casi con desesperación al ser d quien parece dudarse d su existencia q le quite la duda? En fin, este camino q alguna vez he recorrido no me ha hecho más libre.

Alejandro Zoratti Calvi

origen del término "agnóstico"

"Cuando alcancé la madurez intelectual y empecé a preguntarme a mí mismo sobre si era un ateo, un teísta o un panteísta; un materialista o un idealista; un cristiano o un librepensador; descubrí que cuanto más aprendía y reflexionaba, más alejada estaba la respuesta; hasta que, al final, llegué a la conclusión de que no tenía arte ni parte con ninguna de esas denominaciones, salvo la última. Lo único en que la mayoría de estas buenas personas estaban de acuerdo era en lo único en que discrepaba con ellos. Estaban bastante seguros de haber alcanzado cierta «gnosis»: habían, con más o menos éxito, solucionado el problema de la existencia; mientras que yo estaba bastante seguro de que no lo había logrado, y tenía una convicción bastante fuerte de que el problema era irresoluble. Y, con Hume y Kant de mi lado, no podía creerme osado en albergar rápidamente esa opinión […]

Así que reflexioné e inventé lo que concebí un título apropiado para «agnóstico». Vino a mi cabeza como provocativamente antitético del «gnóstico» de la historia de la Iglesia, quien declaraba saber mucho sobre las mismas cosas de las que yo era ignorante. […] Para mi gran satisfacción el término fue aceptado."
Thomas Henry Huxley

miércoles, 27 de enero de 2016

interés por el arte


Con mi sobrina menor hemos visitado el Museo d Arte Contemporáneo un par d veces en estas últimas semanas. En ambas oportunidades su interés se ha centrado en pasar por “Prueba de Tensión”, una obra d Luciana Lamothe y adquirida por el museo marplatense el pasado año. Las ocho o nueve veces q recorrimos las inestables tablas nos ha parecido un juego, como quien entra a un pelotero o a un inflable, como quien sube a un divertimento d equilibrio placero.

Hace unos pocos meses recorría con unos amigos el Victoria and Albert Museum cuando repentinamente, desde lo alto d un balcón interno, un actor personificando a un joven del siglo XV comenzó su acting para el público infantil q lo esperaba para iniciar su "Pop-up Performance: The Wonderfoul World of Leonardo da Vinci" (en criollo: un taller d plástica para niños motivado en los diseños del artista italiano).

Quienes siguen a los museos y galerías del mundo por twitter, facebook, instagram o cualquier otra red social habrán notado la avidez q tienen d ser visitados, colmados y hasta invadidos d día y d noche, personalmente o con un like en alguna foto y lo hacen desplegando todo tipo d actividades q van desde los clásicos talleres al retwitteo d las selfies con las obras o con los artistas.

He leído hace un tiempo algún paralelismo entre los museos y las iglesias por esa idea d q ambos son -o eran- lugares d iluminaciones concentradas sobre imágenes "auradas", donde reinaba cierto silencio respetuoso y donde se tenía la posibilidad d no entender nada d lo expresado en las obras pues la razón terminaba arrodillada ante la contemplación. Aunque en general eso ha cambiado tengo toda la sensación d q los museos siguen inspirándose en estrategias religiosas recurriendo a los más diversos intereses a ver si con alguno d ellos llenan sus templos.


Alejandro Zoratti Calvi

lunes, 18 de enero de 2016

biyuya

Varios argentinos debaten por estos días sobre cuál sería la representación simbólica q debería establecerse en el inminente cambio d imagen del papel moneda nacional y lo hacen centrados entre iconicidades d variadas faunas autóctonas (incluyendo la humana). Algunos sostienen q la nación (presupuesto de concepto global poco definido a representar en un billete q parece coincidir en los argumentos d todos) no podría ser encarnada en el grabado d un cóndor, una ballena o un yaguareté y q esa arbitrariedad sí estaría cabalmente expresada en el rostro d un humano q integrase la categoría d "los próceres". ¿Puede el dibujo d un cóndor o d un hornero representar la nación? ¿Puede hacerlo un dibujo del rostro d Belgrano (d quien cuya única referencia mimética visual parece ser sólo una pintura al óleo d la época)? Si lo hacen, ¿lo cumplen con diferentes jerarquías? ¿con q argumentos expresan su contenido? Retorna una vez más el problema de lo simbólico: una imagen figurativa -aquella q imita objetos concretos- ¿puede representar un concepto, una idea, una abstracción? La respuesta es obvia: claro q puede, tenemos varios ejemplos a mano. Es el acuerdo social, es la arbitrariedad quien puede establecer sencillamente la conexión d la misma manera q lo hace una paloma para decir paz, o un par de colores para decir Argentina o Uruguay, o una flor, o un dibujo geográfico en un papel para referirse a alguna otra cosa. Está claro también q lo simbólico se mueve en contextos y q además el cambio q aquí se promueve no es sobre cualquier objeto, sino sobre uno del q todos nos creemos con algún derecho. Así, esta discusión, q se enmascara tras una nueva y débil guerra de las imágenes donde todos los contrincantes pertenecen al mismo bando -el d los iconolatras- se nubla proporcionalmente a la intensidad de la adscripción ideológica d los debatientes. Frente a lo dicho, vienen a mi mente los noruegos, quienes en este tema han sabido dar una respuesta más propia del mundo actual pero tan distante de nuestra exacerbada paranoia.





Alejandro Zoratti Calvi

viernes, 15 de enero de 2016

la enredadera

Como cada verano las abejas visitan la dulce enredadera. El dulzor permanece una semana, quizá un poco más, y la visita también. En el silencio del patio aparece el zumbido y cuando llueve las hojas protegen a los insectos pues su angulación y resistencia son ideales. Las diminutas y melíferas flores desprenden por esta época pequeños fragmentos q al chocar con las hojas producen un sonido equivalente al golpeteo tenue de una llovizna, cosa q sucede sobre todo al caer la tarde, en coincidencia con el cambio d temperatura del aire. El piso se cubre así de un picado manto verdoso q rápidamente se vuelve ocre. Al principio no me había detenido en la insignificancia de esos capullos y fue la intensidad del aroma y la presencia d las abejas quienes me hicieron notar su existencia. ¿Tendrán las flores conciencia de su muerte? ¿Sabrán las abejas q un día no serán? ¿Y las piedras o el río? Bendita inconsciencia, sabia ignorancia del despreocupado q un día será sorprendido de igual manera por la respuesta final.

Alejandro Zoratti Calvi

martes, 12 de enero de 2016

aire

El viento frota las hojas de los plátanos de la vereda produciendo un sonido q sólo con el tiempo y la atención se lo puede diferenciar del ejecutado por la lluvia. Regular, insistente, el aire invisible intenta hacerse notar y entonces mueve las cosas (sólo ciertas cosas, aquellas q se dejan mover). Así el aire es existencia en marcas q no se manifiestan con idéntica contundencia: por el movimiento de los objetos, por el sonido q a veces produce al rozarlos, porque se pasea cálido por nuestra piel, porque se delata llevando partículas de tilo en el verano, porque nos hace respirar. Hay también otra señal desapercibida por el acostumbramiento y es el modo en como vemos las cosas, desarrollado por ejemplo en el Tratado de la Pintura de Leonardo como perspectiva aérea o atmosférica; ella se evidencia en los fríos colores de la distancia y es poco experimentada por quienes vivimos en las ciudades. Sigo acostado en mi habitación, es de noche y la ventana está abierta. No veo los plátanos de la vereda y mucho menos el aire q pasa entre ellos, pero nada se me hace tan presente por sobre otra existencia.

Alejandro Zoratti Calvi

lunes, 11 de enero de 2016

objetividad

El problema de la objetividad es q somos muchos.

En el fondo, la objetividad es aceptación del otro.

sábado, 9 de enero de 2016

el orden de las cosas

Por alguna razón no guardaría las manzanas q habré de consumir en el botiquín del baño. Por un motivo cercano a ese no acomodaría las sustancias venenosas junto a las comestibles, evitaría conducir a contramano por la calle y trataría de llegar a horario a mis citas. El orden satisface el sentido práctico orientado a la consecución d la supervivencia pero no afirmo su autoridad para todo evento. Pongo en duda el orden d lo infalible y con respecto a las ideas, altero el orden de su acomodaticio espacio, evito clavarlas a estantes perennes.

Alejandro Zoratti Calvi

martes, 5 de enero de 2016

Tommaso

(al maestro Tommaso Cavalieri, en Roma)


"Queridísimo señor:No me hubiera causado extrañeza o admiración la profunda sospecha que se desprende de su carta de que al no escribirle le he podido olvidar, si no creyera que le he dado pruebas firmes del gran amor, mejor dicho, inconmensurable amor que le profeso. Sin embargo, el no escribir no es nada nuevo y no hay por qué asombrarse de ello, ya que lo mismo que todas las cosas van de un extremo a otro, también el escribir puede ir a menos. Además, puedo decirle a su señoría lo mismo que usted me dice a mí. Sin embargo, es posible que diga todo esto para tentarme o para que se encienda en mí de nuevo un fuego aún mayor. Sea lo que sea, estoy muy cierto de que no podré nunca olvidar su nombre lo mismo que no puedo olvidarme de que tengo que comer. Más aún, es más fácil que olvide la comida, que solamente alimenta mi desdichado cuerpo, que su nombre, el cual me alimenta cuerpo y alma. Él llena a ambos con tal dulzura que no siento ni dolor ni miedo a la muerte mientras permanece en mi memoria. piense cuál sería mi estado si también el ojo pudiese participar de ella."


Miguel Ángel Buonarroti, 28 de julio de 1533




(para Tommaso Cavalieri)

"Ya sabes que sé, dueño mío; ya sabes
que he venido a gozarte más de cerca;
ya sabes que sé que sabes que soy yo, entonces,
¿por qué aplazar más tiempo el encuentro?

Si la esperanza que me diste es cierta
y cierto el buen deseo que me has concedido,
deja que caiga el muro alzado entre los dos,
pues la fuerza crece con el íntimo infortunio.

Si yo en ti sólo amo, caro dueño mío,
lo que más tú amas en mí, no te enfades
si un espíritu está enamorado del otro.

Lo que en tu hermosa cara ansío y aprendo
la humana inteligencia apenas presiente:
necesaria es la muerte del que quiera verte"


Miguel Ángel Buonarroti, 1532