sábado, 20 de febrero de 2016

la sumisión del tatuaje

Un tatuaje borrado es una buena metáfora
de un divorcio matrimonial

No es novedad q mucha gente, sobre todo los jóvenes, practiquen el ejercicio del tatuaje. Lo digo así, con un sentido d acto continuo, porq pareciera no ser suficiente el tener una sola d esas marcas artificiales: grabándose la primera ya se piensa en la segunda, su diseño, su lugar corporal y más tarde la tercera o la cuarta, alcanzando en algunos casos la frontera de la dependencia. En varias oportunidades me han preguntado si me gustan los tatuajes, pero no tengo en claro si esperan una respuesta sobre el diseño d los dibujos q he visto o si estoy conforme con q la gente ponga sellos indelebles en sus cuerpos. Hay dibujos muy buenos, buenos y otros no tanto, inclusive muy malos (no puedo dejar d pensar en algunos retratos irreconciliables con la realidad aludida) y respecto a q esos diseños tengan como soporte la piel de un humano ya saben, siempre sostendré las libertades individuales, por mí q se hagan los agujeros q quieran si eso los conforma. Es sabido q -en tanto marca intencionada- es una señal para otro, lo está comunicando, su signo no es casual. Alguien bien podría tener adhesiones, digamos musicales, y no decirlo, pero un tatuaje lo dice. Hay pues, en todo tatuaje, un intento d establecer conexiones, d saberse diferenciado d algunos y acompañado por otros. Por otra parte, el concepto d marca indeleble (los procedimientos de borrado nunca son absolutamente eficaces) parece contradecir el concepto d carpe diem contemporáneo, pero me voy a centrar en otra idea q en todo caso, se yuxtapone a esta.
Esta mañana recordaba como se veían las ovejas escocesas desde la ruta, todas marcadas con llamativos colores sobre su lana: verdes, rojos, azules flúo, una mancha sobre cada una d ellas distinguible a grandes distancias. Era lógico pensar q aquellos rebaños podrían agruparse por los colores con los q estaban marcados, un equivalente a la yerra q se practica sobre el ganado. Esos signos corporales indican posesión. ¿son también los tatuajes señales d posesión? Es probable, aunque no necesariamente en ese mismo sentido. En nuestra sociedad actual no se conoce gente q marque personas en los mismos términos en q se marca a una vaca, pero un tatuaje es también una señal d posesión no propiamente a alguien (aunque también los hay) sino a una cultura particular a la q el tatuado acepta como ama. Es una mezcla d sumisión-aceptación-identificación y necesidad d pertenencia-adhesión a un particular pensamiento q puede ir desde el más banal snobismo, transitar por un amor d verano o terminar en la más reflexionada ideología o el más sentido d los afectos, pero en todo caso siempre se manifiesta como pertenencia consentida a alguna otra cosa. Ese humano marcado tiene un dueño intangible, no concreto como un hacendado y su marca señala q desea someterse a esa intangibilidad, q no es arrastrado por una fuerza externa q se lo impone a hierro y fuego. La sola idea d adhesión aquí no es suficiente. Podemos adherir a conceptos, valores, amores q se mantienen en el tiempo, forman parte y construyen nuestro universo interno, el q no pocas veces, con el desarrollo d la vida, se modifica. Para el caso d los tatuajes subyace en la adhesión el concepto d sometimiento o sumisión sustentado en tanto acto indeleble, eterno, es una sujeción para siempre. Entonces. la pregunta más relevante q me propone un tatuaje es: ¿por q alguien quisiera estar sujeto a algo para siempre? En mi universo fluctuante aún no encuentro motivo para ello.

Alejandro Zoratti Calvi

jueves, 18 de febrero de 2016

sobre la fe



“Y que tal si la religión no es buena,
todos los domingos estaríamos haciendo enfadar más y más a dios.”
Homero Simpson


Millones de personas pertenecen a alguna religión. Entiendo q ellas adhieren a un sistema d creencias y deberes q en general se expresan públicamente en tanto q lo religioso tiene un contenido altamente social. Es llamativo descubrir la cantidad d religiones q hoy existen en el mundo como también es notable escuchar la certeza con que cada una rechaza o niega la existencia de los dioses y dogmas q no le son propios, es decir, quienes creen en algún dios poseen un acérrimo ateísmo respecto de los dioses ajenos, ostentando en ese mismo acto la posesión d la verdad y d la pureza del mundo espiritual. Yo mismo he sido parte d esa estadística hasta hace ya varios años, pero a medida q fui reflexionando sobre el mundo mi pensamiento viró hacia un claro agnosticismo: prefiero centrarme en la duda o en la innecesidad frente a la indemostrabilidad d la existencia d cualquier ser. Ninguna delegación d voluntades ha servido para el desarrollo del hombre libre y responsable d sus actos. Las iglesias dictan normas para la vida -a veces extremas, a veces acomodaticias al mundo laico- y regulan las libertades d los hombres en la mirada omnipresente d la cam divina. No faltará quien diga q no es lo mismo creer en un ser trascendente q pertenecer o adherir a una comunidad religiosa, pero yo digo q aún ellos no pueden responder con coherencia en q basan su fe, la q suele ser una especie de tenue rastro cultural q mantienen por el contexto en q han nacido mezclado con cierto rechazo a manidos actos despreciables q ejercen las instituciones religiosas. El catolicismo explica la fe principalmente como un acto d la gracia divina: tenés fe sólo si dios te la otorga. Le agrega también q aún frente a esta gratuidad, la fe debe ser buscada y anhelada por el hombre: "pero yo la he buscado, ¿cómo dios no me la va a otorgar? es obvio q me la dio como recompensa a mi búsqueda, ergo: creo". Cierta oración basada en un texto bíblico reza : "¡Creo, pero aumenta mi fe!" ¿No es hasta tautológico pedirle casi con desesperación al ser d quien parece dudarse d su existencia q le quite la duda? En fin, este camino q alguna vez he recorrido no me ha hecho más libre.

Alejandro Zoratti Calvi

origen del término "agnóstico"

"Cuando alcancé la madurez intelectual y empecé a preguntarme a mí mismo sobre si era un ateo, un teísta o un panteísta; un materialista o un idealista; un cristiano o un librepensador; descubrí que cuanto más aprendía y reflexionaba, más alejada estaba la respuesta; hasta que, al final, llegué a la conclusión de que no tenía arte ni parte con ninguna de esas denominaciones, salvo la última. Lo único en que la mayoría de estas buenas personas estaban de acuerdo era en lo único en que discrepaba con ellos. Estaban bastante seguros de haber alcanzado cierta «gnosis»: habían, con más o menos éxito, solucionado el problema de la existencia; mientras que yo estaba bastante seguro de que no lo había logrado, y tenía una convicción bastante fuerte de que el problema era irresoluble. Y, con Hume y Kant de mi lado, no podía creerme osado en albergar rápidamente esa opinión […]

Así que reflexioné e inventé lo que concebí un título apropiado para «agnóstico». Vino a mi cabeza como provocativamente antitético del «gnóstico» de la historia de la Iglesia, quien declaraba saber mucho sobre las mismas cosas de las que yo era ignorante. […] Para mi gran satisfacción el término fue aceptado."
Thomas Henry Huxley