miércoles, 31 de diciembre de 2014

Jandri

Jandri vive una vida construida por él mismo y su circunstancia y esa construcción parece alejarlo de la posibilidad de tener un compañero. Contrario a su deseo, se encuentra demasiadas veces detenido a las puertas del infierno perdiendo toda esperanza. Su estabilidad es rectitud de conducta. Es duro, pero una buena persona. Se considera inteligente y no cree pecar de orgullo en eso. Es obsesivamente respetuoso de los espacios compartidos y eso lo deja fuera del gran porcentaje de los que viven en su país, acostumbrados a destruir lo público con la máxima indolencia. No le ha faltado sexo y la gran mayoría de las veces lo ha disfrutado, pero hablo de otra cosa, ustedes me entienden. Ama a la naturaleza y respeta tanto animales como plantas y rocas, pero como se ha peleado con la mitad de sus vecinos porque está harto de que sus mascotas le caguen y meen la vereda de su casa, ellos piensan que odia a los perros, cuando en realidad él cree que la mayoría de la gente que tiene animales los enjaula en sus casas cementadas de dos por dos, despojándolos de su libertad. “La gente no entiende nada, la gente es extremadamente pelotuda”.
De pequeño y como producto de su cultura, Jandri ha vivido sumergido en una turbia conciencia religiosa, pero ha descubierto con el tiempo que lo que en realidad le atraía de aquellas aguas eran los valores de respeto por la humanidad que esa devoción defendía. Antes de ahogarse abandonó la barca católica, sobre todo porque los católicos siempre odiaron a los homosexuales. Hace tiempo que Jandri se ocupa más sobre la existencia del hombre que sobre la existencia de dios y considera que las personas que viven según esas reveladas normas divinas terminan perdiendo libertad de conciencia. Todo esto lo ha alejado en parte también de alguna amistad, un poco por puto y otro por volverse casi ateo. Ahora anda más seguro fluctuando arriba de una balsa improvisada.
Como a todos, no le gusta cualquier música. Inclinado hacia la llamada música académica también acepta otras posibilidades sonoras mientras cumplan, al menos, con la norma de afinación si la pieza lo amerita. Hay canciones que lo han emocionado hasta las lágrimas y sonidos que le han agrandado alma y cerebro. Le aburren o le molestan enormemente los diálogos obvios, los que agotan su contenido en la función de contacto comunicacional y los que se interrumpen antes de exponer su pensamiento. Considera la tardanza de las personas como una falta de respeto. Se acuerda de algunos pocos cumpleaños con precisión. El tema del tiempo es algo que no termina de resolver y se pregunta sobre la linealidad, la circularidad, la simultaneidad, el devenir, la muerte.


Jandri –que sabe que escribo sobre él- me pregunta qué tanto mis palabras equivaldrían a su persona, al mundo que ha construido. Él cree que lo que suele conocerse como realidad rara vez encaja correctamente en el molde del lenguaje verbal y cuando encaja con relativa precisión, “hay que ver cómo queda, depende de quién lo desmolde”. Piensa que las personas en general suponen que los lenguajes están para decir el mundo, pero terminan hablando más de sí mismas -y como la televisión- se han vuelto mayoritariamente autorreferenciales. “Posiblemente eso es así –dice sin absoluta certeza- porque sólo conocemos el mundo que construimos, ese es el único del que podemos referenciarnos”. Entonces me pregunta si un retrato, por ejemplo una pintura, no hablaría más de la persona que la pintó que del retratado y si acaso no sucedería lo mismo con mis palabras. Tal vez sea mejor callarse un rato.

Alejandro Zoratti Calvi

sábado, 20 de diciembre de 2014

"la travesti"

Era una mujer con una mandíbula angulosamente masculina pero, como los travestis en general, le rompió el culo al macho. Ellos se conocían desde la época de gloria y nunca desmintieron que hacían ménage à trois con la ex de él. La cuestión es que "la travesti" se le pegó en un momento de flaqueo, en medio de la separación matrimonial. Él dice que se la cogió seis o siete veces en el poco tiempo que duró la relación, pero fue suficiente para que quedara embarazada. Ahora va por lo suyo. El nacimiento de la beba provocó el alejamiento definitivo de él, pero no se le iba a escapar tan fácil. Ella le metió un recurso legal por el reconocimiento de la hija, la heredera más joven. Él, para calmar las aguas en medio de semejante maremoto, se le acercó nuevamente, le regaló un 0 km y hasta la invitó junto con sus padres a la cena de fin de año en el hotel de la discordia. Total, qué son ciento cincuenta lucas y un poco de teatro cuando están en juego medio palo verde. Ella en la puta vida preparó un huevo frito, pero para qué quiere aprender a cocinar si igual se va a quedar con parte de la torta.

Alejandro Zoratti Calvi

aquellos acontecimientos

Mariqueta rara vez venía al hotel de la discordia. Ese día llegó sin avisar con todos los tics juntos: se levantaba las tetas con la parte interna de las muñecas sin tocarlas con las manos, guiñaba arrítmicamente ambos ojos como quien tiene una basurita apostada para siempre, sonreía y dejaba de hacerlo como si se le saltaran los broches del rictus de la simpatía (ahora se puso los hilos de oro) y caminaba levantando el culo como podía en el trayecto verde del parque del hotel sobre sus tacoaguja. Todo eso en el metro sesenta y tres hasta donde la naturaleza la había estirado. Del Mercedes bajaron con ella sus dos hijos más chicos y la niñera, una mujer sencilla y oscura, acostumbrada ya a la falta de respeto de Puquitas y Belina, esos pendejos nacidos durante el segundo matrimonio que se notan carne de diván desde sus escasos cinco y seis años. Los empleados del hotel comenzaron a temblar. Sabían que estaban cumpliendo con sus tareas correctamente, pero conocían también que aquella mujer reaccionaba a los fármacos y al alcohol de maneras muy diversas. Y así fue, de las diez personas quedaron afuera cuatro. La muy turra aprovechaba que casi no había huéspedes y que a sus empleados los mantenía en negro, así que de patitas a la calle y sin chistar, agarre sus cosas y fuera. ¿Explicaciones? No tengo por qué darlas. Acto seguido miró a su cuñado, quien por entonces gerenciaba el hotel y le dijo sonriente: -Vamos, acompañame a juntar unos yuyos. Deciles también a Piqui y a Pepi que vengan. El hombre miró a sus empleados -ahora ex empleados- sin poder emitir sonido; fue a buscar unas tijeras y a sus dos hijos, quienes estaban vacacionando unos días con él, alejados de su madre. Todos se subieron al auto con Mariqueta: el cuñado, los cuatro chicos y la niñera. El sol cordobés de las tres de la tarde de enero se padece si no se está a la sombra de un árbol o en la frescura de algún río y ese hombre sabía que iba a ser una tarde transpirable. Como a las dos horas regresaron cargados de ramas y plantas serranas. El gerente las descargó del auto y las llevó a la amplia cocina mientras Mariqueta, con unos aerosoles plateados, dorados, rojos, verdes, amarillos y anaranjados, pulverizaba aquella naturaleza arrebatada que por muchos meses se mostraría en unos ásperos jarrones blancos sobre las mesas y hogares de las habitaciones del hotel. -¡Ya se va! ¡Ya se va!- alertó agitadamente una de las mucamas. Los cinco empleados y el gerente vieron cómo la dueña del hotel, después de cumplir con su limpieza Reiki, se subía al Mercedes y se alejaba. Los seis, aunque no lo comentaron, pensaron que ese día no les había tocado a ellos. Entonces cada uno volvió a su tarea.

Alejandro Zoratti Calvi

salón provincial de santa fe

Museo Provincial de Bellas Artes "R. Galisteo de Rodríguez"

sombra


¿es posible establecer niveles de realidad entre, por ejemplo, la sombra de un objeto sobre esa pared,  los objetos asociados a esa sombra, la razón o causa de existencia de ellos, la acción que viví y grabé con mi cámara aquel día en el patio de mi casa, la grabación que hoy estás viendo? ¿hay algo más o menos real?
¿qué cosa ha hecho que mi mente se detenga en la oscuridad de la sombra y no vea la móvil claridad de la pared?

Alejandro Zoratti Calvi

valor del trabajo

Era verano, en el ingreso al balneario San Sebastián de Mar del Plata. El público se arrojaba desesperadamente sobre la promotora que regalaba pequeños paquetes de yerba mate. La cultura argentina tradicional de clase media-media durante la segunda mitad del siglo XX  y primeros años del siglo XXI otorgaba al trabajo un valor de dignidad contradictoria y hacían que esos mates compartidos con aquel producto adquirido de la gratuidad publicitaria fueran disfrutados con un sabor diferente al obtenido como producto del trabajo personal.


La antigua pregunta ¿qué valor tiene el trabajo de muchos para el mantenimiento ocioso de unos pocos? ha mutado en nuestros días a ¿qué valor tiene el trabajo de muchos para el sostenimiento ocioso de otros muchos?

Alejandro Zoratti Calvi

#TengoUnVecino

Cuando comienzan los días de primavera, cada sábado, a media mañana, unos vecinos que tienen su casa frente a la mía deciden que toda la cuadra debe escuchar la música que ellos parecen disfrutar. Y así sistemáticamente hasta pasado el mediodía, cada año. Hace menos de diez días, bajo el hashtag #TengoUnVecino, yo descubría q una gran cantidad de personas que escribían en twitter hacían alusión a esa condena de tener, casi por cuadra, un dj ad honorem.

Alejandro Zoratti Calvi

viernes, 19 de diciembre de 2014

meteorología dos

Hacía tiempo que no tomaba un taxi, pero el accidente que protagonicé con un amigo el mes de agosto pasado hizo que volviera a ese servicio de transporte público por algunos días, ya sea por la lluvia, ya sea por el apuro. No suelo hablar temprano por la mañana, la verdad es que me gusta el silencio y al subir a esos taxis pensaba cuántas cuadras tardaría el chofer antes de un “¡Pero qué clima! ¡Parece que lloverá todo el día!” “¡Estamos en octubre, pero parece invierno, no se puede creer el frío que está haciendo!”. Estas afirmaciones latían a la espera de un veredicto que las confirme, pero mi silencio como respuesta a esos irrelevantes argumentos las extinguió.

Alejandro Zoratti Calvi

jueves, 18 de diciembre de 2014

sobre la educación argentina de estos tiempos

Hace dos días salimos a pasear con mi sobrina y una amiga suya por la calle Güemes de Mar del Plata. Acomodados sobre un pedazo de asfalto verde, unas sillas plegables de madera oscura, heladito en mano y a la vera de la transitada calle comercial, nos alertó una caravana que se acercaba meta bocinazos. Intentamos deducir el motivo del bullicio y rápidamente descartamos la despedida de solteros, nos pareció que las seis de la tarde era temprano para ese rito. Cuando finalmente la sonora procesión pasó frente a nosotros descubrimos a una chica embadurnada sentada en el baúl del auto, puerta abierta, piernas colgando, que llevaba feliz un cartel que rezaba: “me recibí, soy kinesióloga”. No evitamos las risas. Tampoco era para tanto. ¿Kinesióloga? Si hubiese sido abogada, médica o física nuclear, todavía, pero kinesióloga no da. Entonces pregunté: “¿y si hubiese escrito ‘me recibí, soy maestra’?” Los tres estallamos en carcajadas.
Cuatro días después y en la búsqueda de un presente para un querido hijo de mi amiga Marita, la escena se recreó nuevamente por la misma calle. Esta vez eran al menos unos cinco autos que desfilaron durante el transcurso de una hora con sus perlas egresadas dentro de las metálicas conchas móviles, secundadas por una escasa pero molesta guardia de bocinazos. Las jóvenes –siempre eran chicas- gritaban desaforadamente; por momentos se detenían y bajaban de sus carrozas para saludarse entre ellas. Desquiciadas, chorreando vaya a saberse qué mezcla gourmet sobre sus ropas, cabello y rostros, proferían interminables “¡me recibí, locooo, la puta que te parió! Me detuve unos segundos para leer sus carteles. Uno decía, colorido: “Soy jardinera”.

“¿Sos docente? Entonces no te quejés de tu sueldo, lo tuyo es pura vocación“   -le respondió enojado ese periodista a una panelista invitada a su programa durante el último paro de educadores de la provincia de Buenos Aires, con el convencimiento de enunciar una verdad incontrastable.

Alejandro Zoratti Calvi

meteorología uno

Alguna vez pensé en calcular el espacio que le dedican los noticieros televisivos al estado del clima. Creo no equivocarme cuando intuyo q varios de ellos le destinan no menos de una quinta parte de su tiempo de programación. Mapas satelitales interactivos de todos los colores, atractivas escenografías digitales, personajes carismáticos dando información con una certeza similar a las predicciones de un horóscopo.

Mientras tanto en la escuela para niños, si hay sol, dibujamos una carita feliz, pero si llueve, dibujamos una nubecita tristona.

Alejandro Zoratti Calvi

lo público uno

Mi afección a los espacios verdes unido a cierto sentido estético me ha llevado a cultivar un par de pequeños rectángulos verdepasto en la vereda de mi casa. Su mantenimiento demanda esfuerzo y pocas veces están como a mí me gusta, considerando que esas pequeñas geometrías están ubicadas, como es obvio, a merced de los humores públicos y aunque no son saqueadas mayoritariamente por el paso de la gente (hay también una parte de vereda cementada) por alguna razón quienes tienen perros en el barrio –y no son pocos los que cumplen esa condición- interpretan que yo he fundado en la zona un pulcro inodoro para sus canes.

Alejandro Zoratti Calvi

el mundo

No me interesa caerte bien. No lamento que te incomoden algunas de mis palabras. Soy finalmente el resultado del mundo que ayudas a sostener.

Alejandro Zoratti Calvi